Los acuíferos salinos profundos, posible solución a las emisiones de CO2

Podrían almacenar el dióxido de carbono producido durante cien años en las centrales eléctricas de Estados Unidos

Acuiferos Una de las alternativas para disminuir los efectos negativos de las emisiones de dióxido de carbono sobre el ambiente es su compresión y almacenamiento en formaciones geológicas profundas. En ese campo, una investigación realizada en el MIT de Estados Unidos ha concluido que los acuíferos salinos profundos podrían ser una solución efectiva para este problema, ya que tendrían la capacidad para almacenar las emisiones producidas durante cien años en las centrales eléctricas de carbón de Estados Unidos.

 El análisis del equipo del MIT, dirigido por Rubén Juanes, profesor del Departamento de Ingeniería Civil y Ambiental, ha sido publicado recientemente en el medio especializado Proceedings of the National Academy of Sciences, y además fue difundido a través de una nota de prensa del propio Massachusetts Institute of Technology.

Las centrales eléctricas de carbón generan alrededor del 40% de las emisiones de dióxido de carbono a nivel mundial, por lo tanto será imposible mitigar las consecuencias del cambio climático si no se aborda esta cuestión específica. Según los especialistas del MIT, aunque se propicie el desarrollo de nuevas alternativas energéticas más limpias, el carbón no desaparecerá como opción porque es una fuente barata y ampliamente disponible de energía.

Los esfuerzos para reducir los gases de efecto invernadero se han centrado principalmente hasta hoy en la búsqueda de fuentes de energía limpia, como la eólica o la solar. Sin embargo, las emisiones contaminantes han alcanzado un nivel tan grande que muchos analistas creen que es poco probable que estas tecnologías puedan resolver el problema por sí solas.

Un modelo integral

Algunos expertos han propuesto sistemas para la captura de las emisiones de dióxido de carbono, con el objetivo de comprimir y almacenar posteriormente los residuos en formaciones geológicas profundas. Este enfoque se conoce como captura y almacenamiento de carbono (CCS).

Sin lugar a dudas, uno de los sitios más prometedores para almacenar estas emisiones son los acuíferos salinos profundos, aquellos que se ubican a más de media milla bajo la superficie (unos 800 metros), muy por debajo de las fuentes de agua dulce para consumo humano y la agricultura. Sin embargo, las estimaciones sobre la capacidad de estas formaciones han sido contradictorias y escasas hasta el momento.

Teniendo en cuenta que los acuíferos salinos profundos no tienen valor comercial, ha existido poca exploración para determinar su extensión. Asimismo, la dinámica del dióxido de carbono y su extensión a través de tales formaciones es muy compleja y difícil de modelar. En consecuencia, la mayoría de los análisis se han limitado a estimar el volumen global de las formaciones, sin tener en cuenta la dinámica de las emisiones de CO2 al ser almacenadas.

Por el contrario, el equipo del MIT diseñó un modelo que establece como el dióxido de carbono podría filtrarse a través de las rocas, estimando no sólo la capacidad última de las formaciones sino también la velocidad de inyección de CO2 que podría ser sostenida en el tiempo.

Un mapa con posibles situaciones en Estados Unidos puede verse aquí

Una solución real

Según los responsables del estudio, la clave del problema es la captura del dióxido de carbono. El equipo de ingenieros e investigadores ha logrado simplificar lo suficiente ese proceso, como para lograr que la solución diseñada pueda ser aplicada en todos los acuíferos salinos profundos de los Estados Unidos.

Si bien este análisis se centró en los Estados Unidos, los especialistas han indicado que existen altas probabilidades de hallar capacidades de almacenamiento similares en todo el mundo. El estudio demuestra que la tasa de inyección de CO2 en un depósito de este tipo es un parámetro crítico en la realización de estimaciones de almacenamiento.

Cuando el dióxido de carbono licuado se disuelve en agua salada, el líquido resultante es más denso que cualquiera de sus componentes, por lo que se hunde de forma natural.

Es un proceso lento, pero que se torna efectivo una vez que el dióxido de carbono se disuelve, ya que es casi imposible que la mezcla densa y pesada obtenida vuelva a la atmósfera.

Aunque este estudio no abordó el coste de los sistemas implicados, los analistas estiman que podría añadir entre un 15 y un 30 por ciento al valor de producción de la electricidad generada por carbón, por lo que requeriría incentivos fiscales o de algún tipo para poder ser viable. A pesar de este punto, los ingenieros del MIT creen que aunque no se trata de una solución definitiva, puede ser una salida interesante al problema de las emisiones contaminantes hasta tanto cambie en profundidad la matriz energética actual.

Fuente: Tendencias 21

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